UNIÓN EUROPEA Y RUSIA ¿NUEVA GUERRA FRÍA?
Europa está a punto de dar un gran paso atrás, que daría al traste con uno de los acuerdos más longevos sobre armas de destrucción masiva. Desde el colapso del gobierno ucraniano a principios de 2014, la tensión económica, política y militar coloca al continente en una situación similar a la vivida durante la Guerra Fría. El anuncio de Vladimir Putin de reforzar su arsenal nuclear en plena vorágine sancionadora, reaviva fantasmas que creímos conjurados tras la firma del Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Corto en 1987. No deja de ser paradójico que esta escalada de tensión se produzca con los acuerdos de paz Minsk II como telón de fondo, pues su misión era la de evitar precisamente este tipo situaciones. Aquella solución de compromiso no ha sido capaz ni de conseguir un alto el fuego real en el este de Ucrania, ni de recomponer las dañadas relaciones entre la Unión Europea y Rusia. A día de hoy solo podemos constatar una creciente acumulación de tropas procedentes de los Estados Unidos en países como Lituania, Polonia o Rumanía. Nos encontramos frente a un verdadero pulso entre potencias, que poco a poco ha ido orillando cualquier solución diplomática.
La última cumbre del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Reino Unido y Japón) celebrada en el hotel bávaro de Schloss Elmau a comienzos de junio, ayuda a comprender esta nueva escalada de tensión. De aquel cónclave salió el compromiso de continuar con las restricciones económicas mientras Rusia no cambie de actitud y se avenga a razones. El problema radica en que la globalización ha hecho que el mundo sea demasiado grande como para forzar el rumbo económico, y por ende político, de una nación. Todos nuestros esfuerzos por minar las finanzas del adversario han resultado poco efectivas, pues lejos de claudicar, Moscú ha implementado sus relaciones comerciales con China e India. Prueba de ello ha sido la reciente cumbre celebrada en la ciudad rusa de Ufá, en la que los BRICS han dado nuevos y decisivos pasos hacia la unidad. Gracias a este circuito alternativo, Rusia ha podido compensar en gran medida la pérdida de ingresos derivada de las sanciones occidentales, así como superar la crisis de su moneda nacional. Sin llegar a causar el agotamiento esperado, el temido “default”, hemos logrado sin embargo apuntalar la imagen de Vladimir Putin en su país. Efectivamente, en marzo de este año conocimos que la popularidad del presidente ruso se había disparado hasta alcanzar el 88% de aceptación. Para muchos Putin se ha convertido un héroe capaz de enfrentarse al viejo y odiado enemigo, presentándose además como el único líder capaz de ofrecer una alternativa al bloque EEUU-UE. Siempre desafiante, su agresiva dialéctica le permite devolvernos los golpes prohibiendo la importación de ciertos productos que como bien sabemos, han causado cierto impacto en la economía europea, incluida la española.
Este entramado de medidas y contramedidas se diseñó con el fin de llevar la batalla a un terreno en el que pudiéramos vencer, pues la intervención rusa en Ucrania evidenció nuestra inferioridad en el campo militar. Sin capacidad de reacción, sin un mando unificado ni tropas suficientes, esperábamos que los números nos diesen la victoria que otros estaban consiguiendo con tanques. Sabedor de ello, Putin se ha ido volcando cada vez más en una estrategia que nos devuelve a ese escenario que nos resulta tan incómodo. La carrera armamentística del que el “farol nuclear” no es más que una anécdota, se ha convertido en la verdadera respuesta del gobierno ruso a nuestra política sancionadora. Con ello consigue que Estados Unidos tenga que aumentar su gasto en defensa y desplegar nuevos efectivos, justo cuando la Alianza Atlántica había iniciado un plan generalizado de recortes en 2011. Por otro lado anula la posición de una Europa que no tiene ejército, y que por lo tanto se vuelve totalmente dependiente de la Casa Blanca en este campo. Todo con el único objetivo de forzarnos a negociar, habiendo adquirido eso sí una posición de ventaja. El respaldo económico que Moscú está recibiendo de Asia le permite prolongar esta situación casi indefinidamente, a la espera de que nuestras deterioradas economías se resientan y nos veamos forzados a cambiar estrategia. En ello tiene mucho que ver la propaganda rusa, que casi cada mes nos habla de nuevas y sofisticadas armas: el tanque T-14 Armata, el torpedo VA-111 Shkval, los submarinos de clase Bordei y Severodvinsk, el caza Sujoi Mu-35,… A ello hemos de sumar el refuerzo de una estructura militar alternativa conocida como OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), algo así como un nuevo Pacto de Varsovia a nivel global que acaba de incluir a India entre sus miembros, y dónde ya se encontraban países como China, Kazajistán o Rusia.
Mientras la guerra económica se enquista, la opción militar va cobrando fuerza en un escenario en el que no se atisban soluciones. Esta bomba de relojería estratégica va a acelerar la dinámica de bloques, traduciéndose en una necesaria implementación de nuestras relaciones transatlánticas.
La ciberdefensa en la Unión Europea
A raíz de las crisis de los Balcanes, la Unión Europea (UE) procedió a desarrollar una dimensión de seguridad y defensa encaminada a dotarse de capacidades civiles y militares adecuadas para realizar operaciones de prevención de conflictos y gestión de crisis. En poco más de una década, la UE ha construido una arquitectura de seguridad y defensa susceptible de culminar en una defensa común. No obstante, estos logros en el plano institucional no se han traducido en planes de actuación coherentes y capacidades militares y civiles creíbles, y no parece probable que esta situación mejore en el corto plazo, tampoco en el ámbito de la ciberdefensa.
En febrero de 2013, Bruselas aprobaba una ambiciosa Estrategia de Ciberseguridad, que incluía entre sus principales líneas estratégicas la implementación de un Marco Político de Ciberdefensa (MPCD) que posibilitara la protección de la infraestructura de sistemas de información y comunicaciones que apoyan la estructura, misiones y operaciones de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD). En este sentido, en noviembre de 2014 el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE – siguiendo las directrices marcadas en el Consejo Europeo de diciembre de 2013 – aprobaba la implementación de este marco. Su desarrollo no sólo requiere el protagonismo de los Estados Miembros , la Agencia Europea de Defensa (EDA) y la European Union Military Staff (EUMS), sino también de la Comisión Europea – en especial, las direcciones generales de Interior y de Comunicaciones, Redes, Contenidos y Tecnología-, el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), la Agencia Europea para la Seguridad de las Redes y la Información (ENISA) y la EUROPOL.
Las principales acciones definidas en el MPC son las siguientes:
- Apoyar a los Estados Miembros en el desarrollo de capacidades de ciberdefensa en el ámbito del PSCD.
Los Estados Miembros deberán participar en el proceso de desarrollo de capacidades en el ámbito del PSCD. Sin embargo, no resultará sencillo. Por un lado, será necesario que éstos posean una visión común de la importancia estratégica de la seguridad y defensa del ciberespacio; y por otro, existen múltiples velocidades en materia de ciberdefensa: algunos países se muestran y mostrarán reticentes a revelar sus cibercapacidades, máxime cuando éstas son sensiblemente superiores a las del resto de sus socios.
Hasta el momento, la EDA ha llevado a cabo una revisión del Plan de Desarrollo de Capacidades, destacando aquellas relacionadas con la ciberdefensa, sobre todo a nivel estratégico, en particular: monitorización, conocimiento de la cibersituación, prevención, detección y protección, compartición de información, capacidades de análisis forense y de malware o lecciones aprendidas, entre otras. En este sentido, la agencia está trabajando en un conjunto de proyectos dentro del Programa Pooling and Sharing, entre los que destacan: Sistemas Multiagentes para la detección de APT’s (MASFAD), Cyber Ranges o el despliegue de Cyber Situation Awareness packages for headquarters (CySAP).
Además, la incorporación de la dimensión ciber en el sistema de planeamiento y misiones de la PSCD supondrá uno de los mayores retos a los que no solo deberá enfretarse la UE sino todos sus EEMM.
- Mejorar la seguridad de la infraestructura TIC del entorno de la PCSD en los organismos de la UE.
Algunos países están implementando políticas de ‘ciber-higiene’ destinadas a la concienciación en materia de ciberseguridad. En este sentido, SEAE y la EDA lideran un proyecto de similares características que tiene como objetivo minimizar el impacto de las ciberamenazas entre los usuarios de la infraestructura de sistemas de información y comunicaciones que apoyan la estructura, misiones y operaciones de la PCSD, así como proporcionarles directrices claras y concretas para la gestión de ciberincidencias.
- Promover la cooperación cívico-militar asi como las sinergias entre el resto de organismos de la UE y el sector privado.
La Comisión, SEAE y la EDA lideran la coordinación y búsqueda de sinergias entre los diferentes actores implicados en la implementación del MPCD. Para ello, la Comisión y la Agencia están llevando a cabo un conjunto de estudios destinados a conocer el estado de madurez de la industria europea de ciberseguridad. Además, la Comisión ha lanzado varios proyectos en materia de ciberseguridad dentro del séptimo programa marco: CAMINO,COURAGE, PANOPTESEC y CyberROAD.
- Mejorar y fomentar la formación y el adiestramiento en materia de ciberdefensa.
Muchos de los Estados Miembros han desarrollado o se encuentran inmersos en el desarrollo de programas de formación y adiestramiento en el ámbito de su ciberdefensa especifica. El Plan FORCIBE del Ministerio de Defensa español es un ejemplo.
Desde el punto de vista europeo, la EDA trabaja para el fomento de esta formación y adiestramiento. Para ello, ha puesto en marcha múltiples iniciativas, entre las que se encuentran acuerdos con empresas civiles y con otros organismos, como el Centro de Excelencia de Ciberdefensa (CCD COE) de la OTAN con los cuales ya ha llevado a cabo seminarios de ciberconcienciacion enmarcados dentro de las actividades de apoyo a la operación EUROFOR RCA.
- Mejorar la cooperación con otros actores internacionales.
Una de las prioridades estratégicas de la UE en materia de ciberdefensa es la colaboración con la Alianza Atlántica. Para ello han comenzado ya las conversaciones de alto nivel y se están llevando a cabo un conjunto de acciones. Desde el punto de vista operativo, la EDA ha asumido el rol de observador en el proyecto Multinational Cyber Defence Education and Training (MNCDE&T) –liderado por Portugal– del Programa de Defensa Inteligente de la Alianza. Igualmente, el Mando Aliado de Transformación y la Agencia de Comunicaciones e Información de la OTAN han aceptado un rol de observador en el proyecto CyberRanges liderado por la EDA. Además, se está trabajando para que el EU-CERT y NCIRC alcancen un acuerdo –mas allá de un tramite de mínimos– para el intercambio de información técnica y mejorar el proceso de gestión de incidencias. Igualmente, la EDA ha participado como observador en los últimos ciberejercicios –Cyber Coalition y LockedShields– ejecutados por la Alianza.
Fuera del ámbito de la OTAN, la UE trabaja en la promoción de acuerdos bilaterales con otras naciones cibernéticamente avanzadas como Estados Unidos, Corea del Sur, Japón, Rusia, China u ONU
En definitiva, para construir un sistema de ciberdefensa en el seno de UE será necesario algo más que ciberjercicios, adiestramiento y colaboración. Los logros en el plano institucional deberán ir acompañados de: una determinante involucración de los Estados Miembros, una definición clara de las competencias –dejando a un lado sus desavenencias– de los actores europeos implicados, el desarrollo de capacidades de ciberdefensa operativas y planes de actuación coherentes. Bruselas tiene ante sí un extraordinario reto.
https://youtu.be/7PRpa_nqAIs
No hay comentarios:
Publicar un comentario